lunes, 20 de junio de 2016

Lo bueno de tener ELA

ANA VICTORIA SANZ: Tener ELA me hizo 
dar cuenta que no se tiene el tiempo que se 
creía tener y entonces aprendí a apreciar más 
los momentos que me acercan a Dios y a
valorar más cada instante, cada respiro,
cada abrazo, cada sonrisa, cada beso... 
Cuando le dicen a una que tiene una enfermedad degenerativa con una esperanza de vida muy corta, una termina pensando cualquier cantidad de cosas y cuando una ya interioriza y de forma serena entiende su situación se da cuenta que perdió el tiempo en tonterías; se da una cuenta que debió amar más y debió enojarse menos, que debió haber sonreído más y haberse permitido expresar más sus buenos sentimientos hacia los que le aman, que debió ser más agradecida y más sensible a la voz de Dios; que debió ser más detallista y menos acaparadora de cosas y sentimientos que no servían para nada, que sólo le robaban el espacio y ahogaban a aquellos que realmente amaba: Una cae en cuenta que uno quería hacer mucho en mucho tiempo, pero que el tiempo que una tiene no alcanza.

Una se pregunta para qué mezquiné buenos gestos, besos y abrazos a los que me aman y yo les amo; para qué guardé palabras que pudieron alegrar, alentar, animar y aún salvar a otros; para qué no lloré cuando tenía ganas; para qué callé cuando debía hablar; Para qué hablé cuando debía callar; para qué ignoré cuando debía haber prestado toda mi atención; para qué me guardé de hacer aquellas llamadas que pudieron alegrar a quien en ese momento tenía soledad; Para qué me quedé en casa cuando debí haber salido a pasear o llevar el mensaje de Dios; Para qué, para qué y para qué ¡Tantos para qué!

Al ver cada día que el reloj anda y no se para, ni hace pausa, y que su tic tac señala que el tiempo ya se agota; una exclama: ¡Vaya, Dios! Perdóname por no haber aprovechado bien mi tiempo ¡Por favor, ayúdame a terminar! Pero el asunto es que pudimos ir al paso sin derrochar y perder minutos, horas, días, semanas, meses y años de nuestra vida; pudimos vivir de contado sin deber nada a nadie; sin que nos queden cosas por hacer; y sin tener de qué avergonzarnos en nuestra vida, pero no, nuestra tendencia es que todo lo dejamos para última hora, esto es como cuando un profesor manda a sus alumnos a hacer una tarea y estos piensan tengo mucho tiempo, la semana que viene la comienzo, y así pasan los días, luego hay algo más importante que hacer y creyendo que aun queda muchos días la van dejando para después, pero un día antes de la fecha se cae en cuenta que la tarea es para mañana y se trata de hacer en un día lo que no se hizo en semanas, entonces se pasa la noche sin dormir trabajando y aun antes de clases se está ansioso tratando de terminar la tarea, pero la campana del reloj suena anunciando con su "tan tan" que se acabó el tiempo y la tarea quedó inconclusa y ya no hay más chance.

Aun cuando la ELA te resta violentamente el tiempo, he encontrado que tener Esclerosis Lateral Amiotrófica te da un privilegio que la mayoría de las personas no tendrán, pues ella nos hace conscientes de lo efímero de nuestra vida y nos hace meditar sobre nuestra existencialidad, así como lo hacen otros pacientes con otros tipos de enfermedades terminales. 


Al saber que una tiene ELA una empieza a reflexionar sobre su vida, sobre lo que hizo y dejó de hacer y de ser; sobre lo que soñó y proyectó y que ahora debe ajustar para tratar de alcanzarlo en esta nueva condición... Si yo no supiera que tengo ELA, creería que aun me falta mucho tiempo para morir y no valoraría tanto mis días, no amaría tanto como ahora amo, no apreciaría en las personas su sonrisa, su sinceridad, su valor, su confianza, sus virtudes, en fin.

Si no sospechara que hoy puede ser mi último día no disfrutaría tanto el abrazar a los que quiero y demostrarle mi amor; si no viviera con los síntomas de la ELA no agradecería a Dios tanto como lo hago cada día por sólo poder abrir los parpados sin fuerzas de mis ojos cada mañana; o por poder mover mis extremidades llenas de espasticidad al despertar o al intentar caminar; o por poder respirar sin ninguna ayuda; si no padeciera ELA no sería tan feliz cuando puedo hablar y cuando puedo pronunciar la "R" y la "L"; no disfrutaría el poder comer aun sin que me ahogue al hacerlo. 


El tener ELA me ha hecho ver lo hermoso de la vida, su color y su esplendor; me ha hecho alzar mis ojos a los montes y reconocer a cada instante que mi socorro viene del que hizo los cielos y la tierra; el padecer ELA me hizo ser más sensible para percibir lo que los demás sienten y para dar una sonrisa y una palabra de esperanza y vida al que te mira y para ver el amanecer como un triunfo de mi vida.

La ELA ha ayudado a moldear mi carácter, ha hecho que viva por fe, me ha hecho ser mejor persona y me ha enseñado que los milagros no son sólo aquellos que muestran un hecho ocurrido de forma admirable y asombrosa en la vida de alguien o en alguna cosa; sino que hay milagros que pasamos por alto, porque nos acostumbramos a verlos y a vivirlos todo el tiempo, pero el hecho de que estemos acostumbrados a ellos no quita que son verdaderos milagros de Dios en nuestras vidas, tales como :el abrir los ojos, respirar, moverse, caminar, en fin, todas estas cosas son milagros reales que Dios hace en la vida de las personas cada día.

Hoy pienso que sólo unos pocos somos favorecidos de poder valorar el tiempo y de tener la oportunidad de aprovecharlo para procurar estar en armonía y en paz con Dios nuestro creador y con todos los hombres; para arreglar nuestras diferencias con las personas; para poder perdonar y pedir perdón y para ser perdonados.

Los demás hombres y mujeres de este mundo que no están enfermos con ELA o con una enfermedad terminal creen que van vivir mucho tiempo, se imaginan llegando a los ochentas o más y creen que su fuerza y salud será por muchas décadas, pero esta verdad no es para todos y nadie sabe cuánto tiempo vivirá.

Desde que estoy padeciendo esta enfermedad, muchas personas me han visitado y me han llevado algún detalle o me han ayudado con alguna cosa en todo este largo tiempo de convalecencia, eso ha sido reconfortante, pues me he sentido amada y he percibido que les importo. Sin embargo, el tiempo ha pasado y me he dado cuenta de algo y es que a estas alturas, aunque yo debería estar muerta hace tiempo, según los pronósticos médicos, sigo viva y me siento fortalecida en Dios, pues sinceramente y de forma literal Él es mi fuerza y mi respirar, pero siguiendo con lo que quería expresar, me he encontrado que ocho años después de estar enferma ya nueve personas amadas mías de las que me visitaban, me cuidaban o me llamaban, ya no viven más, han fallecido; ellos estaban sanos, estaban llenos de vida y yo he estado muy mal y deteriorada en muchos momentos y todos ellos pensaban que yo moriría muy pronto, pero no, no ha sido así, es como que yo estoy en una cola para los que se van morir rápido y de pronto ellos que estaban de último en la fila se me colearon y se fueron primero y yo todavía sigo viva y ellos ya no están, su partida me duele a mí, soy yo la que lloré por ellos y no ellos por mí.

Eso me recuerda que nadie sabe cuando va uno a morir, ni siquiera yo que estoy sentenciada con esta ELA, pero una cosa si es seguro todos vamos a morir, a menos que Cristo venga mientras aun estemos vivos y como dice las Sagradas Escritura los que lo aman serán arrebatados para encontrarse con Él, pero si no ha venido, lo más seguro es que nos muramos y eso nos puede suceder cuando menos lo esperamos, y puede ser que nos muramos no de una ELA terminal sino de un infarto, de una caída, de una indigestión, de un accidente, de un zika, de un dengue, de una gripe, en fin, de cualquier cosa que por ser la causa de muerte es "terminal".


Uno se puede morir hoy o mañana, eso es la verdad, lo que pasa es que los que creen que están sanos y que van a vivir muchos años no consideran tener en sus pensamientos un instante para meditar en lo efímero que es la vida, pues eso es lo que es la vida un instante que puede ser corto o largo, eso nadie lo sabe, por eso cada día que tenemos para vivir hay que saberlo vivir y saber para dónde nos vamos cuando nos toque partir...


Pero lo que sí es cierto y concluyo con mi reflexión es que la vida y la muerte están en las manos de Dios y sólo Él sabe cuanto tiempo tiene cada quien para vivir y Él determina cuanto tiempo voy a vivir yo. Los médicos y científicos estudiosos de esta enfermedad dicen que el promedio de vida de un enfermo de ELA es de dos a cinco años, pero eso no necesariamente ha ocurrido así en mí, pues ya llevo ocho años con ELA y todos los días Dios me da un nuevo respiro y motivo  para vivir, por eso he decidido vivir sólo el día de hoy y darle la gloria a Dios hasta que inhale mi último aliento de vida aquí.

Tengo ELA, TENGO ESCLEROSIS LATERAL AMIOTRÓFICA, UNA ENFERMEDAD RARA, ENFERMEDAD DE LA NEURONA SUPERIOR 

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